No sofoco el deseo de seguir abrazando los recuerdos. Me
hacen sentir humilde e importante al mismo tiempo. Soy consciente de lo
importante que son las acciones, como adentran en nuestra infinita mente y
reposan para salir en cualquier momento futuro. Esta noche he sido un poquito
feliz al tomar conciencia de los hechos que marcaron mis años de existencia.
Tal vez estas horas no me correspondía vivirlas. No sabría describir la mezcla de compasión y asombro que
hormiguea todo mi cuerpo. ¿Y la paz? Sí, la paz que siento ahora merece una
poesía pero yo no soy poeta, ni tan siquiera distingo una octava de una
octavilla, en cambio, cuando la leo creo
sentir lo mismo que el poeta que la escribió. Me gustaría componer algo,
esculpir algo, escribir algo que deje constancia de mi paso por la vida pero nunca he abrazado la
ilusión que tiene algunos de ser diferentes.
Me siento cómoda perteneciendo a la mayoría. Compartiendo
sus frustraciones como también sus victorias. Supongo que será producto de mi
inmadurez pero temo la soledad. Es irónico porque a la soledad que me refiero es la que he vivido estas ultimas
horas, la misma que me ha hecho ser consciente de la cantidad de motivos que
tengo para querer lo que tengo.
Esta noche he crecido ante las desavenencias. Como si el
producto del miedo haya sido recompensado con la paz. Ya no siento miedo. He
perdonado, si es que se me permite hacer esas cosas, a todos aquellos que
merecían ser maldecidos convirtiéndome en la abanderada de las causas perdidas.
Me abrazo a la ilusión de que el cambio es posible y ya está en proceso. El
cambio que nos llevara a ser mejores personas, evitando mentiras, ensalzando el
afecto, entornando la puerta de la indiferencia de las que creemos malas
personas y luchar aunque el distanciamiento de unos con los otros sea abismal.
Lo digo claramente y con la autoridad que me ha brindado
esta noche; hay que reconocer el encanto allí donde el llanto arde. Qué
significado tiene haberme dado cuenta de ello si no lo puedo transmitir, tal
vez el ser consciente de ello es lo que me brindará la paz necesaria para
afrontar este momento, mi momento.
Tiene que ser cierto que hoy, siete de enero he reconocido
mi lugar en el mundo. Probablemente no he empezado luchas importantes como
puede ser la abolición de la esclavitud, pero he aprendido a vivir en paz. Creo
que eso es lo más importante ahora. No desisto a luchar, aun conservo
una fuerte esperanza en las personas.
No había pensado nunca en dedicarme a salvar de la
arrogancia, de la impertinencia a los testigos de este mundo. Todos hemos sido
arrogantes en algún momento, cuando nos van bien las cosas. Es entonces cuando
nos sentimos afortunados y hacemos desafortunados a los demás. Somos crueles
por naturaleza. Todos sabemos en el fondo cuando estamos haciendo algo mal.
Hoy he aprendido a quererme y lo que siento ya no es
tristeza, quizás si un poco de nostálgica, solo un poco. Pero un poco no es
tristeza, pasa desapercibida. Se puede decir que soy feliz. Me equivoqué
muchas veces pero sé perdonarme. Nadie lo hace todo bien ni todo mal.
Añoro la ingenuidad que había en mi antes de convocar a mi
mente todos estos recuerdos. No estoy segura de querer ser tan comprensiva con
las acciones de los demás, a veces eso duele. Tal vez me esté poniendo
melancólica. No es bueno pensar tanto si quieres evitar el arrepentimiento. He
de estar tranquila, Dios lo perdona todo.
Puede ser que no esté del todo en paz porque temo olvidar
lo que estoy viviendo. Temo que lo olviden los demás. Creo que me he ganado
estar en sus pensamientos pues les procuré dar conversación. Bueno, no siempre,
a veces me daba pereza. Hay que hablar con los demás pero también con uno
mismo. La vida evoca a pensar.
Por la noche la sinceridad con la que nos encontramos es
más intensa. Nunca había tenido tanto tiempo seguido para pensar. Algunos
recuerdos han estado bien, otros regular. Cuántas veces nos preguntamos las
razones que tienen los otros para actuar y sí se darán cuenta de nuestros
sentimientos. Es difícil y doloroso extraer los defectos de donde pertenecemos.
Cuántas personas han pasado horas como estas. Los vampiros tienen más noches
para pensar porque les falta día para recordar. Queremos ser personas
comprensivas y no hacemos esfuerzos para aceptar al ser humano.
Mi vida tiene un significado, quería triunfar, tenía
ansias de poder, pero ahora me conformo con que este poco de vida que siento
dentro de mí permanezca hasta el amanecer. Me conozco tan poco. ¿Cuáles son
mis sinceros proyectos?
Tomamos tanto aprecio a las opiniones ajenas y estas
influyen tanto en nuestros actos que no nos paramos a pensar en lo crueles que
somos. Actuamos a favor de unos y somos incomprensivos con los otros. Aún así
tengo confianza en este mundo.
Ya no es la misma melodía la que suena porque mi canción
es distinta ahora. Lo pienso entristecida intentando cambiar el tono de mis
pensamientos pero no miento cuando os digo que estoy relajada después de todos
estos recuerdos que me han hecho reflexionar. Sea cual sea el término que
utilice para designar mi estado, no me impide expresar que mi rencor ha cesado.
Ojalá hubiera sido capaz de sentir esto antes.
El hombre, hoy por hoy des-graciado debería moderarse en
el uso excesivo de los sentidos para dirigirse al franco sentido de la
felicidad. Ésta no reside entre los hombres, sino en aquel único ser capaz de
ensordecer a la falsa armonía de actos que limitan el pensamiento y no dejan
paso al amor.
El crucero por el subconsciente que he atravesado ha
enmudecido mi orgullo y mi egocentrismo. Ya no pienso en mí como la
protagonista de mi historia, ahora añado más personajes que sin ellos no
hubiera tenido momentos que recordar. He aprendido que es la independencia y
ahora soy más dependiente de todos los que me rodean. Dependiente de sus
palabras, de sus gestos. No creo haber sido excesivamente arrogante, pero
siempre se puede mejorar.