Yo tengo un sueño. ¿Merece la pena saber si va a
ser alguna vez real? Quizá no deseé perturbar mi ilusión con la certeza de no
verlo jamás cumplido. Quizá no quiera dejar de luchar por un imposible.
Quizá mi vida perdiera todo el sentido
si conociera lo que de mi espera el destino.
Dudo si tengo miedo por lo tanto lo tengo. Miedo a
perder ese sueño y conformarme con lo que ahora tengo.
Me pregunto: “¿Soy feliz?” Y mi respuesta es “sí”.
Y me pregunto de nuevo “Entonces ¿Tienes miedo?” Mi respuesta vuelve a ser “sí”.
Y es que temo perder esta ilusión que me impulsa en la mañana a seguir
existiendo.
La ambición que rompe el embrujo de lo sencillo ¿es
innata en el ser humano o soy yo que espero demasiado? ¿Tan exigente me
considero que no ceso en mi intento de romper con lo cotidiano, perdiéndome en
este sueño que me resta horas de descanso? o ¿Quizá lo que tema es no tener
motivación para seguir viviendo?
Todos ocultamos un miedo a vivir y un sueño por
vivir. La paciencia, esa cualidad que creen que no tengo, es aceptar el
presente no viviendo en un futuro que dudas que está ahí, esperándote, y riéndose de tu preocupación por que tu sueño
sea vitalicio. Viviendo hoy la lucha por conseguirlo es tal vez, la manera de
sentirlo igual que si se hubiera cumplido. Por eso, si dudo de alcanzarlo, esa
duda me resta en el futuro el lograrlo. Y no prometo ser paciente, me comprometo a no perder este sueño
por el que lucho en el siempre y constante presente.
Tener un sueño, la motivación para conseguirlo, y las ganas de luchar por algo que para ti significa todo, ya es un triunfo.
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