El reloj es el culpable de mi ancha memoria. Mientras él
continúa su paso, yo me detengo a reflexionar lo que en mi ha guardado. Hubo
minutos que me parecía que el tiempo se había detenido, largos minutos...
insoportables. Otros que pasaban fugaces para romper en un recuerdo
inolvidable. Me siento presa de esta máquina que me hace respetar las fechas
señaladas como un cerdo esperando la matanza.
No soy reo del tiempo, aunque así lo he aprendido. No soy
anárquica por evitar la represión que todos hallan entre sus pensamientos para
extraer lo negativo de las circunstancias. Cada lustro que transcurre, todos
aprendemos algo sobre nosotros mismos. Yo en los últimos cinco años me he
conocido. Convivir con mis pensamientos y lidiar con las doncellas tanto de mis
ilusiones como de mis inconscientes desequilibrios, han enraizado en mí ser la
esencia de la existencia. Y después de esta enseñanza he quedado ilesa.
El bien de todos, la utopía de muchos filósofos, es posible.
Es suficiente con enfocar nuestro egocentrismo en no perjudicar al prójimo. Así
evitaríamos que la sangre que alimenta la traición se fundiera con la sed de la
avaricia y caminando ésta a un agujero negro de la galaxia, triunfaría la
nobleza de las palabras sinceras.
El poder de la palabra, exclusivo de aquellos semejantes a
Dios, ha perdido en su uso la primera intención. Reconocer que los fallos no
tienen nombre y que los insultos a una raza son producto del miedo a perder
nuestra posición. Tenemos un color de
piel que nos hace tan distintos que parece perder importancia que todos somos
personas. Luchamos por tener una vida mejor e ignoramos que somos uno en esa
intención.
Creemos ser únicos, y así es. Pero no olvidemos que todos lo
somos. Tal vez algunos no han descubierto que o pertenecemos al grupo de los
amantes de la vida, aquellos que aún se maravillan de la existencia, o al de
los terroríficos cerebros limitados por la soberbia, haciéndose amos de sus
mentiras. Yo soy poeta y a veces siento que lucho en contra del viento, pero no
me restan ganas de continuar con mi ingenuidad poniendo la victoria en la
igualdad.
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