Tengo miedo a triunfar. No hago nada en ese sentido. Ni empleo la dedicación suficiente y el cariño que necesitaría para destacar en lo que creo que busco. O quizá no sea miedo a triunfar lo que se esconde en el fondo de mi ser.
Las derrotas atraen las lágrimas y estas son fruto
de un sufrimiento que yo evito. El no actuar, el rendirme a momentos, esconde
ese miedo a que te digan que no vales para lo que crees haber nacido.
Compartes el sueño con la vida y a veces, esto no
es posible. Deseas liberarte y no lo consigues. Si ves a una gran persona a la
que quieres triunfar, piensas que tú también puedes. Pero el reto puede ser
mayor en ti si no tienes de tu parte al destino.
Si el conseguir el objetivo no depende de ti, eso
lo hace lejano. Cuando una gran amiga te sacude para hacerte reaccionar y
esconder ese miedo al rechazo. En cambio se buscan otras metas para ponerte a
prueba y detrás escondes la ansiedad y la insatisfacción, aunque siempre
quedará vivir de la ilusión que viven los otros.
Me sentencio a esto, a vivir de la ilusión de
otros. Eso es bueno. Es acertado siempre no subirte a un tren, cuando le ves
parado e intuyes que no va a desplazarse en la dirección que quieres. Es de
sabios no tropezar aunque para eso hayas de dejar a los sueños dormidos.
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