El aterrizaje en la vida parece un milagro, pero lo
verdaderamente sorprendente es la belleza del lenguaje en el que todos nos
apoyamos para expresar los recuerdos que nos evoca el pasado.
Esta noche compartí el presente con unos amigos
convocando en nuestra mesa sucesos de otros tiempos en los que sin ser mas
felices, parecían convertirse en satisfechos al expresarlos. A veces pensamos
que la claridad con la que vivimos el pasado es triste y, no lo es cuando lo
contamos en una noche poseídos por las cautivadoras sonrisas del presente, en
las que no hay mayor alegría que sentirse comprendidos.
Nos perdemos entre las risas y las confesiones que
hacen a una noche fría de invierno, cálida y valiosa para los recuerdos.
Somos unos campeones que en el vendaval no nos
dejamos vencer por el excesivo apetito de la autocompasión que perdura en el
tiempo, acechando sin razón. Conscientes de nuestra resistencia a dejarnos
vencer por el sueño, rezagamos este para adelantar la madrugada de un día
soleado y sin gemir por el paso del tiempo.
Quizá sea pastoso el confesar que los colores de la
amistad se disuelven en la sangre y que esta da forma al valioso cuadro del
sentido. El dibujo no requiere grandes gastos en la vida, la que a veces te
envuelve en esa gran gama de grises.
El lienzo que hoy pinto son palabras absorbidas por
un esperado presente duradero. La “M” símbolo de la Mar, que es fuerte gracias a
la tierra, superficie en la que rompen con su fuerza los tentáculos de todo
delito que gobierna el vedado descubrimiento del agua salada. Hoy no puedo
discutir que la vida es bella. Hoy no
puedo hacerlo porque me entrego al sueño con la alegría de creer tenerlo casi
todo, y con ello me conformo hasta el despertar mañana en el culto al que toda
persona despega ante nuevos objetivos.
El milagro de la vida es mucho, pero recordar
amigos míos que el milagro es estar vivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario