lunes, 9 de enero de 2017

EN BUSCA DE LA GLORIA


¡Ay amiga…! El Olimpo guarda a sus dioses, dioses que no están envenenados por la envidia y la codicia. El origen de la lucha por ser invencible es acogida entre los corazones de los seres terrenales. Jamás se podrá construir la pureza entre éstos, inundados por la lujuria y la torpeza. Los vicios acompañan a aquellos que no habitan en el olvido que por perfectos no recordamos su lado humano.

De los dioses nos viene el irrefrenable deseo de buscar clarividencia y lucidez a nuestros actos, y por ende el sentimiento de no alcanzar la perfección en la batalla de la concordancia entre pensamiento y acción, hace que caigamos en la insatisfacción, lejos del perdón.

La humanidad, aquellos que no habitan en el mundo celestial, echan fuera la rabia transformada por el humo de sus emociones en ideas por alcanzar el cariño que creemos merecer. Al no hallarlo engendramos resentimiento evitando que fluya la clemencia que los dioses tienen.

Es discutible el ansia de superioridad de los seres humanos, pero en perjuicio mío he de escribir hoy que las condiciones favorables que nos rodean terminarán por destruirnos si la ira y el rencor del invierno no cede en el estío.

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