El crepúsculo luce hoy con su vestido oscuro. Es de
noche cuando amanece y de noche también cuando el día acaba. Los ánimos de una
amiga, están tupidos por un negro fúnebre y quiero hacerle ver que la
vida ahí no termina.
Y ¿Cómo expresarle yo que hay que mirar al
horizonte, donde se esconde el camino perseverante de que el único consuelo se
haya en nosotros mismos, si ella me responde que para llegar a alcanzarlo
debemos cruzar muchos mares? Tiene razón. Cada uno ha de luchar su guerra y
vencer sus propias batallas pero, yo deseo decirle que estoy cerca de su ahora
triste alma, intentando ayudarla con estas palabras.
La vida golpea muchas veces y es casi imposible no
ceder en su propósito de que sintamos tristeza, pero hay que ser camaleones, y
cambiar el color de nuestros pensamientos, confiando que los problemas, a
veces, se solucionan dejando de pensar en ellos. Hay que confiar que la corriente del río se lleve también
nuestras lágrimas que son la causa de nuestros punzantes pensamientos. Sí
amiga, deja correr la pena que hoy te posee y no olvides que tocando esta pena
que te distancia de verte contenta, estoy yo. ¿Notas mi caricia? ¿y mi abrazo?
Dime ¿lo sientes a pesar de estos 30 kilómetros que nos separan?
Cuando me atormentaban mis pensamientos, estuviste
a mi lado para enmudecerlos. Me toca a mí ahora mostrarte como construir el
poder de la fuerza que en tú interior se halla.
¿Recuerdas como luchaste, y venciste, la peor
batalla contra la que una persona humana ha de enfrentarse? ¿Aprendiste algo de
esos momentos? Sé que tienes piedras, grandes piedras, en el camino que te
atormentan y temo que estas te hagan descender al pozo de la desolación. Temo
perder de vista tu optimismo, porque yo necesito de tu alegría para mantener mi
frágil e incierto futuro con vida.
Tú alivias mi peso cuando el desolador presente me
inunda con su angustia y por eso me ayudas a llenarme de consuelos que alivian
mi pena. Todos somos fuertes y frágiles al mismo tiempo. Sentimos a veces
trasnochada la felicidad que en un pasado próximo vivimos, pero confío en ti y
quiero convencerme que pronto, o ya mismo, tu fe regrese a acompañarte,
apareciendo tu encanto que tanto echo de menos.
Y no me gustaría parecer egoísta con mis deseos de
que vuelvas a transmitirme dicha, solo me muestro sincera recordándote, que te
quiero y que tu presencia en mi vida es motivo de alegría. Leí un día que a la
gente entristecida no debemos decirles “anímate” porque no les sirve mas que
para presionarlas y deprimirlas, por esa causa busco otra palabra, difícil de
encontrar, para despertar en ti lo que necesitas para seguir. Quizá esta frase
sirva: “Eres única para mí”.
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