viernes, 13 de enero de 2017

EL TEMOR A LA PALABRA


Tengo la costumbre de observar a las personas por dentro mientras hablo, intentar descubrir que hay detrás de su apariencia, de su mirada, de sus palabras. No es que las analice, o tal vez sí… ¡Sí! Eso es exactamente lo que hago. Aunque no siempre acierto en mi interpretación.

No os ha pasado nunca que después de conversar con alguien a quien os habéis encontrado en la acera os dais cuenta de que no le habéis permitido decir nada, de que solo vosotros habéis sido los que opinabais sobre aquello que ocupaba tú pensamiento cuando se produjo el agradable encuentro. A mí me ha sucedido alguna vez. Y también de esos encuentros se aprende. Verbalizar lo que se piensa lleva muchas veces a una solución. En cambio, cuando se escucha podemos darnos cuenta que cuando nos relatan sus desavenencias por un lado, descubrimos que no somos los únicos que sufrimos. Por otro, si lo que comparten son sus triunfos, nos alegramos al interiorizar que la felicidad es posible.

Aunque no debemos desprender de nuestra boca palabras expresando lo que nos frustra en cada tropiezo. Los secretos son momentos que reservas con aquel que te va a entender y respetar. Un secreto es un secuestro de un pensamiento que otra persona tiene en su poder y puede volverse en tu contra.

Las ilusiones se expresan a los que te importan, aquellos a los que sientes cerca. Mientras unos son felices pero viven momentos de tristeza, otros son desgraciados y tienen bastantes ocasiones en las que se sienten contentos. Yo no sé a que grupo pertenezco. Y no temáis a expresar vuestros sueños. No es posible ser feliz sin compartir las aspiraciones. Jesucristo creo que lo que quiso decir antes de visitar el calvario fue: “Soñad que seréis recompensados”.

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