lunes, 10 de abril de 2017

CADA UNO QUE AGUANTE SU VELA

La opción de alejarnos de un mal sueño, esa oportunidad que nos damos antes de renunciar a nosotros mismos, es quizá la decisión que alcanzamos cuando nos percatamos de que nadie ni quiere ni puede ayudarnos.
Leí que era necesario llorar para sacudirse las emociones. Pero ¿Y si no somos capaces de humedecer nuestros ojos para alcanzar el alivio que alejaría a la tormenta?
Luchamos por convertir el agua sucia en potable. Y no perdemos la esperanza de que el día de mañana sea mejor. Parece que el que sufre es su problema. Y sí, lo es. Quizá un “Hola, ¿Cómo estás?” destrone lo que nos ahoga. Quizá un “Bien, gracias”, nos convenza de que lo estamos.
No se puede asaltar a las personas que pretenden pasar un buen rato con un “uff, me duele el alma”. No se puede pedir a otro un “ayúdame”.
Una vez consciente de que luchamos solos descubriremos si somos capaces de hacerlo. Las batallas no se ganan ni se pierden, las batallas se pelean sin mas. A veces con un sentido y otras siguiendo el rumbo, porque sabes que detenerse es la última opción que siempre estará ahí.

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