La vida es más llevadera si a intervalos nos concedemos la
tregua de aprovechar aquellos momentos felices que ansiamos tener. Si caemos en
el pecado de analizarlos con frialdad obtenemos, incluso no queriéndolo, la
congoja de ver alejarse el placentero sueño que vivimos. Los espíritus
enfermos, faltos de fe, lloran en silencio la ausencia de sentimientos que
impulsan en los difíciles días oscuros. La excesiva confianza en el prójimo no
evita estos días, pero si ayuda, mientras nos encontramos solos, a tener fe en
otras personas. Personas que quizá todavía no conocemos pero sentimos que
aparecerán para acompañarnos en este lado del camino. El conocimiento personal
de aprender a no dejar escapar lo mucho o poco que tenemos está fraguándose en
nuestro interior, a través de la ayuda de la observación y la experiencia. Cosa
esta que solo podemos conseguir nosotros mismos en la soledad de una habitación
perjudicada por una tenue luz de nuestros pensamientos.
No odio el silencio, pero hay ocasiones en las que el ruido
de fondo de un concierto de rock me puede enseñar a compartir el mismo sueño
que otros sienten leyendo un libro: disfrutar del aquí y el ahora. A veces es
necesario integrarnos en la multitud para aprender a decir “basta”, aunque solo
sea balbuceándolo, y romper con el enigma del misterio de la existencia. La
sociedad nos obliga a disfrutar en momentos puntuales de su multitud.
Aprendemos que ser un grano en el desierto, donde hay tantos, es terapéutico
para no vernos inundados de la individualidad en esa habitación en la que damos
rienda suelta a nuestros pensamientos, pasando de esta forma a la acción.
Y por último, después de construir el primer cimiento del
crecimiento personal, y el segundo, saber disfrutar de los momentos en
sociedad, aparece, un gran día, alguien con quien conectas. Creces hacía un
lado que, aun habiendo vivido algo similar, desconoces la dirección a la que te
van a llevar tus pasos. Robas un poco de la suerte de los dioses y no te
sientes por ello un ladrón. Empieza a gustarte el color rojo en forma de corazón,
y tu número favorito ya no es el seis sino el dos.
Escuchemos nuestra voz interior y demostrémonos lo importantes
que somos a este mundo que nos rodea tanto cuando estamos solo, o en grupo, o
cuando hayamos encontrado el amor. Un saludo y buenas días amig@s.