La luna más grande la he dibujado yo
hoy al anotar alguien la dirección de este blog con los deseos de mirarlo.
Parece que una persona más está interesada en leer mis párrafos. No temo al
público. No veo sus miradas tras la pantalla de mi ordenador, ni sé si
entienden los recónditos sentimientos que brotan de mis escritos.
Buscamos comprensión y muchas veces
la hallamos. Buscamos ternura, y aunque la mayoría de las ocasiones la
confundimos con compasión, siempre encontramos placer ante aquella caricia que
nos sorprendió.
La sinceridad es quizá ese
sentimiento espontáneo del que debemos fiarnos. Confiar en los impulsos que sin
alcanzar el desequilibrio, rompiendo la más terrorífica causa del bien, era y
continúa siendo la máquina que marca la verdad.
Pensamos en programar nuestras
reacciones. Omití este pensamiento, o mejor dicho mis razonamientos nunca
vencieron a mi impulsividad. Tal vez me arrepienta de ser tan sincera por
momentos pero para encontrar la comprensión y la ternura no hay que poner por
medio la mentira.